martes, 1 de febrero de 2011

EL HOMBRE DEL FIN DEL MUNDO

Miró al cielo buscando las estrellas, colapsaron una a una ante sus ojos tristes y cansados, la ventana abierta cómplice del frio aire de la noche comía los huesos del hombre. Los muros cayeron y se volvieron polvo de olvido, condenando el futuro pútrido de un mundo moribundo y perdido. El negro se comió el infinito como bestias hambrientas y los recuerdos se perdieron en la mirada hueca del ser que contemplaba los pilares de hierro caer frente a su rostro.

La ultima estrella grito y sucumbió en el vacio frio y nebuloso, las lunas se fueron y los soles se apagaron, el único trozo de alma flotaba en la oscuridad, el refugio resquebrajado desprendido de la memoria vana del mundo, viajando con sus sentidos muertos, olvidando, observando el destino alejarse y despojándolo de consecuencias.

Eterno se volvió el hombre que contempló el fin del mundo, eterno en el infinito, parado en la ventana rota y fría de su guarida temblorosa, recordando sin éxito por siempre.

LA ÚLTIMA ETERNIDAD

Las estrellas se alejaron de su vista, había estado tan cerca de poder tocarlas y sin embargo no las pudo alcanzar. La nave había partido ya hace dos ciclos, en un viaje emprendido desde lo mas profundo del pensamiento vago y sutil que puede esconder un alma indecisa y vagabunda. El campo de supernovas Stalhen al norte de los anillos exteriores, los gigantes gaseosos del sistema Tanauth, las nebulosas de Ephilterom y el gigante sol azul Noth, nostálgicas visiones de una vida incierta y sin figura. El capitán viajaba sin tripulación, solos el y su IA “Isis”, capaz de formular cuestionamientos y conversaciones ilimitadas en razonamientos autónomos, como una mejor amiga pero sin las limitaciones físicas de un humano real.

Los años habían acabado ya, no había días, horas o tiempo alguno. De vez en cuando el Capitán discutía con su amada Isis sobre la belleza de los paisajes nebulosos del exterior, - belleza casi fantástica, pero tan sublime como su inaudito origen- decía el Capitán, -en efecto, sublime- le respondía Isis. A pesar de todas las imágenes recolectadas en su memoria, el Capitan no comprendía la esencia de tales bellezas o incluso la misma tragedia interna que lo había llevado a realizar aquel viaje fantástico en su pensamiento, postrado ante el interminable tiempo del infinito, conservando el recuerdo de su ultimo trozo de realidad.

Los pilares de Ur aparecieron en los monitores, los gases multicolores se elevaban kilómetros desde su base, lentamente, como vidas eternas en su propio tiempo, convocadas por un deseo etéreo. Planetas, estrellas, soles, lunas, cometas, astros naciendo en la inmensidad de lo incomprendido, la pequeña nave se perdió en el abismo de vida que ahí hervía. La grandeza de aquel espectáculo no fue salvadora, el Capitán había añorado sentir la esencia del evento, pero solo había logrado volverse un pequeño punto en la laguna de su propia existencia. Ur quedo atrás, ahora solo una mancha colorida en la negrura de la nada, los ojos tristes del Capitán clavados en el monitor, Ur, ahora solo una triste probabilidad de lo que no pudo ser, como un nostálgico hecho irrelevante. Isis reprodujo el tema que tanto le gusta al Capitán “Lost in Time”, mezcla de sonidos de violines, chelos, guitarras y aparatos eléctricos, como una sonata a la nostalgia.

Eones de vidas acumuladas en el infinito, eones de vidas atrapadas en metal, presenciando muertes de Titanes, nacimientos de Dioses. Preguntas en el vacio sin respuestas, vida, mente, alma, todos conjugados en un complejo de palabras razonables ilimitadas, hombre, ser, misticismos y verdades, todo acoplado en un instante de lucidez.

El holograma del sistema Minith con sus tres planetas enanos forestales parpadeo en la consola de navegación, el Capitán amplio la imagen del pequeño Deveriux, Isis proyecto su figura virtual sobre el panel holográfico al lado del Capitán, había aprendido a leer los gestos de su rostro y a consecuencia a adivinar sus emociones. La navegación fijo curso a la orbita del planeta, el Capitán se mostro impaciente y ansioso, retiro los datos de la computadora y regreso a su curso anterior. Isis sabía que se retractaría, solo en un planeta sin nada más que su insensata tragedia, no había respuesta en exiliarse a un mundo salvaje.

La nave viajo aun más allá de su límite, más allá del deseo, cruzando la mente, atreves de vidas. No hubo más, nada más que el negro de la nada, al final de todo, al final de nada, soledad y tristeza. El monitor proyectaba lo dejado atrás, en los limites, sin más que buscar, se dio cuenta, aprisionado en su propio juicio, observo las estrellas en la lejanía, Isis lo vio a los ojos, la sonata nostálgica sonó, insensata, onírica, de otro tiempo y lugar. La escotilla se abrió, las válvulas de oxigeno cerraron, el soporte vital se apago, el filtro para la sangre se detuvo, y el metabolizador artificial dejo de funcionar, un cuerpo libre salió a la soledad del espacio, en busca de su destino encontrado en su pasado, dejado eones atrás, reiniciando su viaje, adentrándose en el infinito. La nave cayó lentamente y se perdió en el campo de asteroides bajo su ruta, perdida para siempre.

El Capitán viajó solo, buscando su recuerdo, viajo en la distancia y en el tiempo, viajando en el infinito, perdiéndose en las estrellas.